Apuntes de una Lectura

A propósito de "Silvio en el Rosedal" de Julio Ramón Ribeyro

Es mi quinto ciclo en la universidad. Cursos, trabajos y más prácticas son las palabras de todos los días. En uno de los cursos, me han dejado leer “Silvio en el Rosedal”, un cuento del peruano Julio Ramón Ribeyro. Del autor, lo único que recordé al leer su nombre fue aquel emblemático cuento “Alienación” que tanto en el colegio como en la universidad había leído y releído.

Presto a cumplir con mis deberes de alumno, en los cuales no creo mucho, obtengo el cuento y asumo que ya tendré tiempo de leerlo en las semanas que me quedan antes de la presentación del trabajo del curso.


28 de abril
Lo normal

Hoy he cogido el cuento por primera vez y a simple vista no se ve ni larga ni aburrida. Falta una hora para mi clase de las cinco de la tarde. Me pondré a leer, pienso. La historia no es para nada aburrida. Por el contrario, al voltear sus primeras páginas me ha seducido descaradamente. Ya estoy en la sétima página y una frase captura mi atención: “Cada vez que volvía reanudaba sus paseos, reconociendo en cada lugar los clisés guardados por su memoria, pero no obtenía ello el antiguo goce”. Me deja pensando pero ya son las cinco y mis pensamientos se quedan en el pasillo del salón de clases.

El día acaba con normalidad. Son las siete de la noche y el tráfico limeño sale a pasear por la ciudad. Ya estoy acostumbrado. Pero hoy algo no es normal, siento el tráfico en mi cabeza: son muchas ideas y cosas por hacer. A veces, me digo, uno hace las cosas porque le dijeron que así tenía que hacerlas y ya se acostumbró. Con el paso del tiempo, uno pierde la emoción de hacer las cosas. Todos los días es el mismo camino a casa. El mismo auto, el mismo volante, los mismos asientos. Manejar, a mis diecinueve años, ya no provoca en mí el mismo goce y excitación que me produjera a los diecisiete. ¿Por qué? Me pregunto. No lo sé en ese momento. Mi cabeza está en los autos de la avenida Javier Prado; en avanzar sin accidentarme; en lo normal que resulta hacer lo que hago porque así lo hice un día y como resultó bien, lo volví a hacer y lo seguí haciendo dos años después.

En el camino pienso en llegar a casa y leer algo más. Y es que sé que tengo tantas cosas por hacer que adelantar una lectura no está nada mal. Pero, las ideas son solo eso, ideas. Llego y lo primero que hago es encender mi computadora. No tengo trabajos ni exámenes para mañana y el tiempo pasa tan rápido que mis planes de leer se ven postergados por un cansancio más poderoso que mis primarias intenciones.

Siguiendo mis reglas de “normalidad”, alisto mis cuadernos y libros para el día siguiente y cuando veo la lectura, la archivo en el file del curso sin saber que pasarían varios días antes de que la vuelva a tomar entre mis manos.

Y cuando la luz se apagó y las ideas aun no se iban a dormir, pensé ¿por qué hago todo esto? Pero las ideas ya se habían ido y el sueño ganó demasiado terreno. Al día siguiente, todo volvió a la normalidad.


4 de mayo
La curiosidad
Nuevamente me interno en el Rosedal de Silvio. Son las siete de la mañana y, aunque con un poco de sueño y más frío, capturo con mis ojos cada una de las palabras del cuento. Ahora Silvio observa su propiedad desde un cerro cercano

Hoy escucho a un graduado de la universidad que comenta su experiencia con estudiantes de intercambio. Habla de la insensibilidad que día a día nos envuelve más. Una estudiante alemana le preguntó una vez por qué era que había niños en las avenidas vendiendo caramelos. “Pues, porque necesitan dinero”, le respondió el graduado. En ese momento, confesó, no reparó en la realidad del día a día. Hizo falta una mirada externa que le permitiera darse cuenta de qué es en verdad lo que sucede alrededor de uno.

Eso lo que me dejó pensando aquel día. ¿Hasta qué punto perdemos la capacidad de sorprendernos de lo que sucede a nuestro alrededor? Guiado por mi marco de experiencias anteriores, recuerdo que de niño todo me sorprendía y es que aún estaba descubriendo el mundo. Hoy todo se ha vuelto tan rutinario que nada me sorprende como antes. Por eso, hoy quiero redescubrir todo. Quiero ser ese Silvio que se cuestiona y, por curiosidad, sale de su claustro para trepar el cerro.

Hoy quiero salir de mi claustro (la costumbre) y trascender. Quiero abstraerme y llegar al cerro de Silvio. Sé que mis manos pueden acabar hinchadas y que el camino puede ser difícil pero la curiosidad ayuda.

Quiero contemplar el Rosedal de Silvio y admirar su belleza. Hoy quiero subir a la torre y hacer un alto y volver mi mirada hacia atrás. Quiero sentir el éxtasis de la contemplación del paisaje. No quiero que mi curiosidad se adormezca. Quiero ser ese Silvio terco y curioso que emprende el largo camino de descubrir el mensaje del rosedal. Ese Silvio que, aunque no se diera cuenta, estaba descubriéndose a sí mismo y, por añadidura, seguía el mensaje colocado por los sabios en el templo de Delfos: “Conócete a ti mismo”


8 de mayo
La no-rutina
Es hora de acercarme al reino de la almohada en la oscuridad de la madrugada. Hoy no ha sido un día fácil. No puedo dormir, he tomado mucho café. Doy vueltas en la cama y me acuerdo de lo que han sido mis días esta semana: agitados. No puedo dormir aun.

Recuerdo que un día me dijeron: “Ya no sé que nuevo hacer. Creo que soy feliz pero ya no le encuentro emoción a lo que hago.” Julio Ramón Ribeyro anotaba que: “ese simulacro de la felicidad que es la rutina” nos hace perder emoción. La emoción de hacer de cada día uno distinto al anterior es inmensa. Yo lo he vivido y lo vivo y me siento bien con ello. Me pregunto, ¿qué sintió Silvio al verse abrumado por la rutina?

Silvio descubrió en la armonía artificial de su vida (la falsa felicidad) que era hora de cambiar. Y me pregunto ¿Cómo gozar de la contemplación de un cuadro si sólo lo vemos como un objeto decorativo y no como un texto presto a ser leído? ¿Cómo hacerlo si somos fieles a la rutina que nos adormece y nos limita al campo de lo objetivo? ¿Cómo gozar leyendo un texto si no cambiamos nuestra forma de verlo? No podemos limitar el texto al simple desciframiento de los signos (letras) que unidos (en oraciones) nos dan un mensaje. Debemos leer entre líneas y conocer la intencionalidad del autor al usar el cuento como pretexto para comunicarnos sus ideas. Silvio cambió motivado por su sobrina Roxana. ¿Qué nos puede motivar a cambiara nosotros?



10 de mayo
Yo quiero ser
Ya pasé la mitad del texto. Hoy leí junto a la pileta de la universidad. Fue interesante haber combinado el sonido uniforme y constante del agua que cae con el imaginario sonido de los violines de Silvio y Rómulo Cárdenas.

El día sigue y es hora de ir a clase. Y Julio Ramón Ribeyro me deja pensando en que “Lo que él (Silvio) debía hacer era justamente SER”.

Llego a mi casa y, para variar, prendo la computadora. Abro el reproductor de música y llega a mis oídos la vieja canción infantil “Yo quiero ser” del desaparecido Nubeluz. Esto me deja pensando una vez más y abro el procesador de textos para escribir algunas ideas. Me pregunto ¿Qué quiero ser? Hasta hace cinco años, quería ser médico, me respondo. Pero eso no cumple mis expectativas. He dado una respuesta a otra pregunta. No pregunté ¿qué profesión quiero tener? Pregunté ¿Qué quiero ser?

Aquí, hago un alto. Y me pregunto ¿Qué es ser? Silvio pensó que ser era hacer todo aquello inconcluso o no comenzado en su vida. Así, emprendió el camino de ser un buen violinista. Creo que ser es sentirse conforme con lo que uno hace. Ser uno mismo: Una persona coherente y auténtica.

Otra canción que escuchaba repetía con mucha frecuencia la frase “Just be”. Y creo que esta constancia en las canciones me remite a una constancia en las intenciones de los seres humanos. Todos queremos ser aceptados por como somos. A nadie le gusta modificar su comportamiento solo por agradar a los demás y quien lo hace preferiría no hacerlo.


15 de mayo
El cambio
Hoy tengo que soportar otra vez el tráfico limeño. Estoy cansado, no he dormido bien ayer porque tuve que estudiar. Pero, la curiosidad le gana al sueño. Cojo el texto y avanzo unas cuantas páginas. Hay nuevos personajes en el cuento. Llegan parientes italianas de Silvio y se desata un cambio en el Rosedal.

Curiosamente, de eso se trató mi clase de esta noche. La gestión del cambio planificado y la resistencia natural que puede generarse. Así, pues, puedo visualizar a Silvio tocando su violín junto a Rómulo Cárdenas en la capilla del Rosedal. ¡Qué cambio para Tarma! De los huaynos a la música de Bach. De ahí el resultado, solo 13 asistentes.

Este ha sido un día de cambios. Hoy cambiaron mi aula de clases por otra en otro pabellón, cambié de auto (por hoy), leí y me dieron una clase sobre el cambio. ¿Puede ser esto una señal? Más allá de creer en señales consideré en ese momento que era una buena oportunidad para pensar en cambiar. Pero, ¿qué cambiar? Sería poco concreto hablar de un cambio material que me insista, por ejemplo, en cambiar mi nacionalidad. Pero si hablamos de un cambio en nuestra manera de ver las cosas intentando dejar de lado los prejuicios antes de conocer las ideas que se nos plantean, creo que la oportunidad puede darse.

Quiero, como Silvio, cambiar para bien. Dejar de lado la barba larga de la rutina y ser el cuidadoso cabello finamente recortado de la mente receptiva. No quiero cerrarme a las ideas. Quiero ampliar mi horizonte perceptivo porque, en esta de mi vida, en la que el aprendizaje es mi principal objetivo, ninguna idea está de más.

17 de mayo
Seguir adelante
Hoy una de mis clases en la facultad se ha suspendido lo que equivale a tener un vacío de seis horas. ¿Qué hacer? Terminar la lectura. Y no es que ésta haya sido larga. Pero, a veces, es mejor leerla de a pocos, reflexionar y pensar. Quiero leer entre líneas y hacer los apuntes al margen del texto que tanto me exigieron en el colegio y gracias a los cuales he podido escribir todo este texto. Con un lapicero rojo en la mano, sigo leyendo y anotando y supongo que, así como hice con este texto, seguiré haciéndolo con otros fiel a mi rutina inercial.

La búsqueda de Silvio parece haber llegado a su final. A la mitad de su vida parece no haber descifrado el enigma de la RES convertida en SER. ¿Era SER las iniciales de su prima o eran las iniciales de sí mismo y su misión: Silvio En el Rosedal? ¿Cómo saberlo? Hasta hoy, en que termino de redactar mis anotaciones sobre el cuento, no encuentro una forma de saberlo. Sólo sé que él quiso seguir adelante.

Una vez leí en un libro la siguiente frase: “Llega un momento en la vida en que no hay más que hacer, sino seguir tu propio camino”. Yo aun no tengo los cincuenta años que Silvio tiene al final del cuento pero a mis diecinueve, con metas claras y estrategias bien planteadas, aun quiero seguir adelante.

1 comentarios:

Este será mi último comentario por el momento. Realmente me gusta como escribes, tienes un estilo bastante particular, bien tuyo, por decirlo de alguna manera, y me gusta como hablas de Silvio y de la novela como si realmente estuvieras interactuando con ellos. Esta fue la ultima publicación que leí y solo me queda por decir que en varios momentos me sentí identificada con lo que piensas, por ejemplo, eso de que ya nada nos sorprende y puede que sea parte de la rutina, porque creo que todos alguna vez hemos sido victimas del aburrimiento y de lo rutinario, el secreto está en hacer de un día normal, un día especial (si ya sé que sale como frase en una botella de coca cola, pero eso no kiere dcir que no sea cierto), debes intentar de buscar emoción en las pequenas cosas de la vida, en los detalles, en las cosas no- materiales que nos rodean, pero bueno es sólo lo que piensa esta chica en su corta de vida, porque si estamos aburridos y caemos en la rutina tan jóvenes como somos, imagínate como será cuando seamos viejos:S quién sabe quizá sea el destino quien nos soprenda al final del día.